Desarrollo personal y profesional

A ti, te amo a ti. Tú, me gustas tú.

Dice Antonio Blay que: <<El amor real consiste en querer el bien del otro; no en querer que el otro me esté dando mi bien. Que haya una demanda de reciprocidad es natural, es dar y recibir y es compartir, pero en la mayor parte de casos no es así, sino que lo que hay es una auténtica exigencia de que el otro me esté dando; me esté dando afecto, me esté dando aceptación, me esté dando seguridad afectiva, me esté dando lo que sea>>.

Es decir, que en cualquier relación sentimental que se precie, lo que hacemos es pedirle constantemente a nuestra pareja que nos dé algo. Es lógico, nuestras mentes están formateadas más para pedir que para dar. Y no solo eso, sino que si nuestra pareja no nos da nada o nos aporta poco, entonces se convierte en una relación tóxica.

¿Por qué amar es complejo? ¿Por qué es una actitud sentimental difícil de mantener en el tiempo? ¿Por qué cuesta tanto aumentar cada día el amor hacia nuestra pareja?

Muy sencillo, porque no nos enamoramos de la persona en sí misma, sino de algo que nos da, como dice Blay en su frase. Y este algo, en primera instancia y por eso tiene el peso que tiene, no es otra cosa que sus cualidades: belleza física, inteligencia, capacidad de atención, calma vital, proactividad, sentido del humor, actitud sexual, etcétera.

Ahora bien, todo está en continúo cambio. Por tanto, esas cualidades también cambian. Algunas a mejor, otras a peor. Y es ahí, precisamente cuando sentimos que sus cualidades ya no nos gustan tanto, cuando comenzamos a perder capacidad de amar a nuestra pareja. Como no hemos amado su auténtica identidad, su ser más esencial e irremplazable, sino que hemos amado cualidades, entonces buscaremos de nuevo esas cualidades en otra persona.

Sin embargo, si nos hubiéramos enamorado de la peculiaridad de nuestra pareja, de aquello que la hace ser única, de aquello que la hace poseer una belleza especial, que no es otra cosa que su auténtica identidad; entonces no dejaríamos de amar, porque su esencia no se deteriora con el tiempo.

Es decir, que lo que hace que mi pareja sea un ser amable, aquello que me hace sentir que es a quien debo amar entre tantas personas y a continuar amándola cuando sus cualidades se alteren, es aquello que la hará irremplazable. Es aquello que la diferencia y que yo tanto admiro: su auténtica identidad, su singularidad, aquello por lo que le digo “gracias por existir” y no gracias por ser guapa o inteligente, por ejemplo.

Me gustas tú, no tu belleza o tu inteligencia. Tú, me gustas tú. A ti, te amo a ti. No te reemplazo por nada del mundo.

Dejar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.