Tres frases nos dejó Jesús mientras moría crucificado, las cuáles tienen mucha validez en nuestros días. Son estas: “¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!, “¡Perdónalos porque no saben lo que hacen!” y “¡Todo está cumplido!”
La primera nos deja bien claro que estamos solos. Y es que por muy bien acompañados que estemos en la vida, siempre habrá momentos en los que estaremos solos para tomar una decisión o para afrontar retos o problemas, por ejemplo. Es más, es muy probable que pasemos épocas en las que solo nos tendremos a nosotros mismos. De ahí que la felicidad dependa de nuestro interior y que por eso sea tan saludable la soledad sana.
Respecto a la segunda frase, alguien que no vive de acuerdo a su autenticidad, esa que, precisamente, disfrutamos de forma plena cuando estamos solos, es muy probable que realice acciones que puedan hacer mal a otros. Por ejemplo, se rompe nuestra relación de pareja y durante el duelo nos desconectamos de nosotros mismos en la cualidad esencial de la energía. Hasta que no pasamos el duelo, necesitamos hablar de ello, incluso, acusar a nuestra expareja. Irradiamos negatividad. Quizá incluso, nos desconectemos también de nuestra cualidad de inteligencia. Es decir, nos cargamos de culpa y de “debería haber hecho esto o aquello”. O más aún, puede que no nos sintamos a gusto con nosotros mismos y le echemos la culpa de nuestro estado a nuestra expareja. Lo que está pasando en realidad es que no sabemos lo que hacemos, por lo que tendríamos que ser perdonados o nosotros perdonar por ello. Pero no es fácil, porque las personas sobrevivimos con patrones de comportamiento nocivos si no estamos bien de autoestima. Esto puede implicar hacer mal a otros, lo cuál no es, por supuesto, justificable, pero sí modificable.
Por último, la tercera frase es la clave de nuestras insatisfacciones. Como no nos sentimos plenos, pensamos que aún podemos o debemos hacer más. Es decir, nos cuesta mucho aceptar. Por tanto, solo quien sabe aceptar la realidad tal y como es, quien acepta a los demás tal y como son, y quien se acepta a sí mismo de forma incondicional, solo entonces se siente pleno y puede decir sin vacilar que todo está cumplido, que ha hecho todo lo posible. No busca que otros le llenen sus vacíos existenciales. Si, como decía Heráclito antes que Jesús, nada es permanente, excepto el cambio; entonces las cosas, las relaciones o la propia vida, por ejemplo, tienen un devenir o un final. Saber que hay cosas que ya no dependen de uno mismo es fundamental para aceptar. De lo contrario, nos empeñaremos en querer conseguir cosas o personas que se nos escapan de nuestro ámbito de influencia directa.
Las tres frases siguen una lógica aplastante: si sabes estar solo, es porque tienes una sana autoestima y no necesitas que nadie esté por ti. Si esto lo consigues, entonces comprenderás mucho mejor el comportamiento de los demás y los aceptarás tal y como son. Y cuando esto ocurre, ves claramente que todo está cumplido y te sientes satisfecho. De lo contrario, estás más crucificado de lo que crees.