La Consulta Filosófica, también denominada orientación filosófica o asesoría filosófica, es un acompañamiento filosófico que hago como filósofo práctico a quien solicita mis servicios. Lo que hacemos es profundizar en su vida con la pretensión de que él o ella pueda tener una comprensión acertada de la interpretación que está haciendo de su vida.
Lo que la consulta filosófica facilita es que el consultante amplíe esa comprensión y tome conciencia de que es posible mirar su vida de forma más amplia a como lo está haciendo. En este sentido, suele solicitar los servicios del filósofo porque se encuentra perdido en la vida, padece un vacío existencial, no sabe quién es o por dónde orientar su vida, por ejemplo. Traspasa lo psicológico y llega a lo ontológico. Es decir, tiene afectado su ser en general. Por supuesto, es una relación profesional de absoluta confidencialidad.
Para ello, comenzamos dialogando sobre cómo está operando en su vida en ese preciso momento. Este diálogo filosófico nos permite identificar entre ambos los patrones de comportamiento o hábitos con los que está operando en su vida y que no son de su agrado. Por ejemplo: tengo baja la autoestima, soy impulsivo, nunca estoy satisfecho con nada, me quejo por todo, no soporto a ciertas personas, tengo miedos, todas mis relaciones sentimentales me salen mal, soy sumiso, etcétera.
Vemos qué están suponiendo esos patrones en su vida. Qué siente, qué piensa, cómo está viviendo con esos patrones y qué diálogo interno se genera en su mente. Diálogo interno que predetermina la comprensión de su propia vida. Por ejemplo: soy insuficiente, no tendría que haber dicho aquello, soy tonto, soy mala persona, siempre me equivoco, soy insuficiente, no hago más que confundirme, etcétera.
A partir de aquí, indagamos en su vida hasta identificar las creencias limitadoras que sustentan esos patrones. Estas creencias son las que provocan que el consultante perciba las cosas que le pasan de una determinada manera, y las interprete y actúe de tal forma que sienta que su vida no va bien.
Normalmente, esta primera fase suele durar entre 5 o 6 sesiones, dependiendo, por supuesto, del ritmo que el consultante requiera.
Ya en la segunda parte del proceso, que suele durar también 5 o 6 sesiones, siempre, repito, en función de las necesidades del consultante, trabajamos sobre dichas creencias para que él o ella pueda reformularlas y así ampliar la comprensión de su vida. Dicha comprensión ampliada le permite centrarse no solo en los resultados, sino, sobre todo, en el proceso de su propia vida.
Un ejemplo de creencia limitadora podría ser: necesito la aprobación de los demás para sentirme bien conmigo mismo.
Esta misma creencia podría ser reformulada, por ejemplo, de la siguiente manera: las palabras, conductas y juicios de los otros hablan de ellos, no de mí. Yo me siento bien cuando comprendo que quien tiene el poder de valorarme en su justa medida soy yo mismo.
Si bien, no hay creencias ni reformulaciones tipo. Cada consultante posee las suyas propias, con sus propios efectos y con sus propias reformulaciones o reinterpretaciones. De ahí la importancia esencial del diálogo filosófico entre filósofo práctico y consultante para desvelarlas en toda su amplitud, y así poder clarificar y ordenar su vida.
Diálogo que permite, pues, indagar y profundizar en la vida del consultante, y que llevamos a cabo según el método socrático. Es decir, preguntando y dialogando sobre su propia vida. De esta manera, entramos en su dimensión ontológica (su esencia, su identidad filosófica, su metafísica) desvelando su yo auténtico, su propia verdad, su autenticidad, su ser esencial.
En definitiva, al ampliar la comprensión de su propia vida, el consultante accede a su autenticidad, no solo porque lo sepa, sino porque lo siente y porque toma conciencia real de ello. Esto le permitirá poder afrontar con solidez filosófica y centrado los retos que la vida le depare.