Todos “deseábamos” que fuera un café filosófico muy interesante y que pudiéramos compartir nuestras impresiones sobre el concepto de “deseo”.
Yo comencé haciendo una breve apología del deseo como algo bueno en sí mismo, como algo hermoso que nos hace la vida mucho más bella. Desear es inherente al ser humano y deseamos desde el momento en que nacemos. Por tanto, desear no es nocivo para nuestro ser, sino que lo que nos causa malestar es la insatisfacción de consumar esos deseos. De hecho, el deseo nos relaciona con cosas o personas y nos expone a la esperanza y no a la angustia. Esta aparece al no conseguir lograr esos deseos.
Además, el deseo es el reconocimiento de la carencia y nos pone en acción para que desaparezca dicha carencia. En este sentido, el deseo nos incita a SER o a TENER.
Por otra parte, si no tenemos información de que algo existe, no podremos desearlo jamás.
A partir de aquí, se dijo que el deseo no es ni bueno ni malo, sino que es neutro. Cuando un deseo es para provocar mal a los demás, entonces ese deseo es negativo. Si bien, este tipo de deseo habla más de patología que de cualquier otra cosa.
Se dijo que hay deseos físicos y deseos racionales. Los físicos están más relacionados con algo que nuestro cuerpo ansía y los racionales tienen que ver con la mente. Conviene distinguir deseo de necesidad. Cuando comer es necesario para sobrevivir, no es que se desee comer, es que se necesita. Digamos que deseamos una vez que tenemos satisfechas nuestras necesidades.
Fue un café muy filosófico en el que se habló bastante de Freud y su triada: ello, yo y súper yo. También aparecieron en escena Sartre y Heidegger para hablar del ansia de vivir, que sería el deseo fundamental de todos. El cuál nos angustia porque somos mortales y nos sabemos mortales.
Es la cultura, el súper yo freudiano, la que nos limita nuestros deseos. Y lo hace para que podamos convivir entre nosotros, ya que de lo contrario viviríamos bajo la ley de la selva. Cuando esas normas sociales y culturales nos reprimen, entonces aparece la neurosis. En este sentido, distinguimos entre un tipo de deseo constructivo y otro destructivo.
También comentamos que deseamos mucho porque estamos expuestos a infinidad de estímulos y porque vivimos muy orientados hacia los resultados inmediatos. Esto nos genera angustia e insatisfacción. Se dijo, en esta línea, que lo interesante sería educarnos y educar a nuestros hijos para asumir la frustración.
Se diferenció algo muy interesante: Con el amor ofrezco, con el deseo atraigo. Con el amor salgo fuera de mí, mientras que con el deseo atraigo hacia mí. Con uno comparto, con el otro exijo.
Antes de acabar, surgió la interesante pregunta de si deseamos ser felices o que nos vean felices.
Y ya para terminar, se dijo que, a pesar de ser la cultura la que reprime nuestros deseos, es la voluntad la auténtica directora de nuestros deseos. Y ahí surgió el tema del próximo café filosófico: la VOLUNTAD.