La valentía, según el diccionario, es la determinación para enfrentarse a situaciones arriesgadas o difíciles. Por tanto, es subjetiva. Cosa en la que estuvimos todos de acuerdo.
Algo curioso, y que fue algo en lo que más de uno de los asistentes coincidió, es que cuando alguien te dice que has sido muy valiente al decir o al emprender algo, el que emprende no lo ve así, bien porque sentía que era una necesidad hacerlo o bien porque le fue fácil y no le representó esa dificultad que la propia definición nos dice.
Se dijo que depende mucho de la época en la que vivimos y del lugar en el que lo hacemos. Es decir, que tanto la cultura como la sociedad determinan en gran medida nuestra valentía. El “yo soy yo y mis circunstancias” de Ortega.
Algo que dio mucho pie a diálogo y que estábamos bastante de acuerdo, es que la valentía es la capacidad de enfrentarse a los propios miedos, y a nuestras propias creencias y prejuicios. Es decir, que lo más difícil es refutarse a sí mismo. Por tanto, tal y como también se dijo, necesitamos valentía para reflexionar sobre nuestra propia vida, para no quedarnos con las opiniones servidas. En este sentido, también se apuntó que en esta reflexión, nuestro propio pensamiento puede limitarnos. A lo que se dijo, que esta reflexión tiene sentido si se actúa después.
También apuntamos que podría parecer que el mayor acto de valentía es enfrentarse a la muerte, pero dijimos que quizá sea enfrentarse a la vida. A lo que también se repuso que el hecho de no enfrentarse a algo o a alguien también puede ser un gran acto de valentía. Este aporte es lo mismo que dijo Gandhi cuando afirmó que la no-violencia es la cima de la valentía.
Debatimos también si somos valientes cuando lo necesitamos, o si la valentía comienza precisamente cuando tenemos la opción de elegir hacer ese acto o no hacerlo.
Valentía para reconocer errores, para salir de la zona de confort, para enfrentarse a sí mismo, a los demás, a la muerte, a la vida, valentía para asumir responsabilidades, etc.
Antes de terminar, dijimos que muchos actos de valentía no son conscientes y, por tanto, volvimos a la toma de conciencia como la clave del autoconocimiento, del aprendizaje y de la mejora. En todo caso, todos coincidimos en que la valentía lleva de la mano el optimismo.
Dijimos que sería muy interesante que algún asistente quisiera explicarnos su propia experiencia ante algo que haya conseguido, que le fuera difícil y que conllevara un gran esfuerzo. Hubo quien nos explicó cómo había superado su fobia social. Nadie de los que le conocemos de estos debates hubiera dicho que había tenido fobia social. Fue un gran ejemplo de humildad, de autenticidad y de autosuperación. Algo digno de escuchar. Algo que le da sentido a cada uno de los cafés filosóficos que hacemos.
Por supuesto, esta experiencia que nos contó y sobre la que todos sentimos una gran admiración, fue y está siéndolo un gran acto de resiliencia. Así que decidimos, casi por unanimidad, que en el próximo café filosófico, el de marzo, compartiremos ideas, sensaciones y opiniones sobre el concepto de RESILIENCIA.
Y lo haremos, una vez más, para potenciar nuestro espíritu crítico y para unirnos entre nosotros como contrarios que somos.
A veces la valentía es «huir» como si fueses un cobarde.
Hola, Luis,
Muchas gracias por tu apreciación.
Completamente de acuerdo. A veces hay que saber apartarse y cerrar situaciones que no nos benefician. Y para eso no se necesita solo un adecuado criterio, sino también una fuerte valentía.
Carlos