Cafés filosóficos

Café Filosófico sobre la Voluntad

Este café filosófico sobre la voluntad fue el 35 y con él cerramos temporada. Descansamos en julio y agosto y volveremos en septiembre con uno nuevo.

Igual que pasó en junio del año pasado, este café fue el de menos cantidad de asistentes, que no en calidad. Algo normal, pues ya estamos en verano y se está mejor en las terrazas. Se dijo de hacer algún mojito filosófico. Ahí lanzo la propuesta…

Tardamos un rato en comenzar, esperando a ver si venía alguien más, y mientras tanto, estuvimos hablando sobre hombres y mujeres, pues solo éramos tres chicos y siete chicas. Comenzamos hablando de ello y continuamos hasta el final.

Fue uno de los mejores diálogos, pues aunque estuvimos hablando sobre relaciones sentimentales y algunas características de género, al final una de las claves de las relaciones sentimentales está, sin lugar a dudas, en la voluntad particular de los miembros en crear algo en común.

Y no solo la voluntad entendida como actitud, sino como una voluntad ética y estética. Ética porque hay una voluntad buena o mala en cada acto. Estética porque, además de la calidad del acto voluntario, los actos pueden ser bellos.

A partir de ahí, todo el diálogo, que fue de los más extensos, nos sirvió para exponer los diferentes puntos de vista que tenemos sobre las parejas y la complejidad o no de mantener relaciones. Desde la poca consistencia del compromiso, hasta la libertad actual de no tener que aguantar, pasando por las exigencias que nos ponemos entre nosotros y la no-aceptación del otro.

No hablamos sobre amor, sobre fidelidad o sobre convivencia, por ejemplo, sino sobre la actitud, la voluntad, que tenemos en torno a las relaciones.

Antes de terminar, consiguieron que me emocionara. Coincidía que ese día era mi cumpleaños. Pues bien, me hicieron soplar y cada uno de los asistentes me regaló algo intangible. Fue precioso. Soporté mi timidez como pude.

¿Qué me regalaron? Pues según sus propias palabras, me regalaron su espontaneidad, su admiración, su agradecimiento, su paz interior, sus años de felicidad, sus momentos de compartir, su sinceridad, su amistad, su conexión y la posibilidad de expresarme en una nueva revista.

En fin, voluntad más sana no pudo haber y yo más agradecido no pude estar.

¡Imposible no volver en septiembre a dinamizar más cafés filosóficos!

Os quiero.

En septiembre dialogaremos sobre el estrés.

¡Feliz verano!

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