Poco podemos decir del miedo que no sepamos. Sin embargo, sí que nos permitió este concepto dialogar bastante sobre él en nuestro último café filosófico. No en vano, todos lo hemos sentido, lo continuamos sintiendo y, con total seguridad, lo sentiremos en el futuro.
Al principio de nuestro café filosófico, distinguimos entre el miedo instintivo y de supervivencia, con el que reaccionamos ante un peligro como, por ejemplo, ante un perro, ante un terrorista, etcétera; del miedo creado en nuestra mente y propiciado por creencias limitadoras, como puede ser a cambiar de trabajo, a separarnos, a montar un negocio…
A partir de aquí, estuvimos hablando sobre la relación entre el miedo y otros conceptos. Miedo e inseguridad, relación bastante obvia, ya que lo sentimos precisamente cuando no nos sentimos seguros ante una decisión o ante cualquier peligro. Aquí cabe decir que cuanta menos información tengamos, más miedo podremos sufrir. Por eso, a más confusión, más miedo. De ahí, que cuanto mejor sepamos pensar, menos miedo sentiremos porque diferenciaremos claramente qué es lo que depende de nosotros mismos y qué no.
Miedo y angustia, que es la reacción física que podemos llegar a experimentar ante algo aterrador y que hace que nuestras emociones nos secuestren llegando, incluso, a vivir situaciones de descontrol y desazón total.
Miedo y valentía, como conceptos contrarios. Aunque, si reflexionamos un poco, podemos intuir que, a pesar de ser conceptos contradictorios, ambos se dan al mismo tiempo y que, por tanto, la solución a ese diálogo interior propiciado por la voz miedosa y la voz valiente, es la clave del éxito. Hegel nos lo explicaría muy bien con su famosa triada: tesis, antítesis y síntesis.
O miedo y perfeccionismo, que nos indica que tanto perfeccionismo es sinónimo de no querer dar el primer el paso o, en su defecto, de no cerrar un proceso.
También dialogamos sobre cómo hay muchas personas que no solo sienten miedo a lo diferente, sino a los diferentes. Vemos lo diferente como una seria amenaza y nos protegemos ante ello, bien refugiándonos en nuestra zona de control, o bien no relacionándonos con las personas diferentes a nosotros.
Sin duda alguna, para el estoicismo, tenemos miedo a aceptar la realidad. No queremos verla y preferirnos interpretarla de la manera que más conveniente nos parece para, así, poder gestionarla de la mejor manera posible. Solo cuando suspendemos parcialmente el juicio y observamos la realidad tal y como es, entonces podemos enfrentarnos a ella con la información más viable de todas.
Así mismo, vimos la importancia que tiene el pasado en nuestro presente. Pasado que nos impide tomar ciertas decisiones, porque se asemejan a ese pasado que tanto daño nos hizo. Y, sobre todo, miedo al futuro, por no poder tomar las debidas precauciones ante algo que intuimos que puede pasar.
Se dijo que hay diferentes grados de miedos, siendo el más dañino el que se convierte en fobia. Fobia a la que hay que aprender a enfrentarse sí o sí, si pretendemos que esa desaparezca. Es decir, nos tenemos que enfrentar al elemento fóbico. O lo que es lo mismo, solo perderemos el miedo a montar en avión, si montamos; o a subir en un ascensor, si subimos, etcétera.