Los políticos y los medios de comunicación hablan mucho de la violencia de género, pero poco hablan de cambiar la identidad masculina, que es la base a modificar. Hablan de la igualdad como la solución, pero, ¿cómo puede haber igualdad real entre hombres y mujeres, si continúan predominando los obsoletos valores masculinos?
Valores impuestos por los hombres, y mantenidos por gran parte de la sociedad y la cultura, que generan unas expectativas sociales en nuestros niños y que después en la adolescencia se ven obligados a cumplir para encajar en dicha sociedad.
De ahí que nuestros adolescentes construyan su identidad basándola, por ejemplo, en la fortaleza, en el lenguaje viril, en la competitividad, en la relegación de los sentimientos a un segundo plano, en la superioridad, en la agresividad e, incluso, en la violencia si está “justificada”. Más tarde, cuando crean una familia, depositan de forma unilateral en sus mujeres la responsabilidad de la gestión de la casa incluyendo, por supuesto, la educación, la atención sanitaria y la crianza de los hijos.
Valores claramente masculinos que crean una sociedad sexista. O somos hombres o somos mujeres. Y, además, nos hemos de relacionar entre nosotros de forma heterosexual, ya que todo lo que se aleje de aquí queda fuera de lo normal y es discriminado.
Y es que si un adolescente no muestra en sociedad de forma convincente estos valores, será etiquetado de “débil”, “afeminado”, “calzonazos”, “nenaza”, “marica” o cosas por el estilo.
Por ejemplo, solo hace falta salir de compras para ver que hay tiendas de moda masculina o femenina y que las que disponen de ambas, las separan. O podemos comprobar como las zonas de juguetes para niños están separadas de la de las niñas. Y en educación, aún existen colegios sexistas. Incluso, hay trabajos específicos de hombres y de mujeres.
Y no acaba aquí la cosa, además de este sexismo, nuestra sociedad es patriarcal. Es decir, el poder recae claramente en el hombre. La mujer no tiene poder social, político o económico, por ejemplo.
Lo curioso es que los propios hombres también somos víctimas de este patriarcado. Excepto en el sentimiento de culpa de las pobres madres impuesto por los padres, ¿acaso el juego, las drogas, el alcohol, la pederastia o la violación, por ejemplo, no es cosa de hombres en su mayoría? ¿O por qué hay muchos más internos que internas en los centros penitenciarios? ¿O por qué hay más frustrados profesionales que frustradas? ¿O por qué se suicidan más hombres que mujeres (tema del que tampoco se habla en nuestro país siendo la primera causa de muerte)?…
¿Qué más hace falta para que haya una coeducación clara y decidida, si somos los propios hombres los primeros en construir una identidad masculina claramente obsoleta y nociva para toda la sociedad?
Por mucho que hagan las mujeres al respecto que, no obstante, hay muchas que prefieren tener un hombre viril a su lado; mientras que los hombres no transformemos nuestra obsoleta identidad, no habrá ni igualdad ni erradicación de la violencia de género ni una sociedad sana.
Excelente, la violencia de género deriva del machismo y este es una manifestación del sistema patriarcal. Las victimas más evidentes son las mujeres, ahora bien, el patriarcado exige al hombre un coste elevado y no tan evidente, entre ellos la castración emocional. Esta falta de competencias para saber entender el mundo emocional, es una (no la única) de las causas de la violencia de género. Cuando el hombre no sabe lidiar con, ni, expresar su frustración, enfado, decepción… (con o sin razón), a veces (no siempre), la «emprende a palos» con la pareja.
Hola, Josep. Completamente de acuerdo.¡A ver si entre todos y todas conseguimos cambiar esta identidad y así erradicar todos los males que provoca.
Muchas gracias.