¿Por qué padecemos una insatisfacción patológica y crónica?
Porque el éxito ha muerto, que bien podría haber dicho Nietzsche. Si el éxito pretende ser el resultado feliz de algo que perseguimos o de algo que hemos hecho, entonces cuando lo lográramos deberíamos sentirnos felices, satisfechos y plenos. Sin embargo, no es así. Ese éxito no nos interesa. Ese es un éxito para mediocres. Nosotros necesitamos un éxito más elevado. Un éxito que trascienda todos los pequeños éxitos. Necesitamos conseguir el éxito más alto posible, pues de lo contrario sentiremos insatisfacción. Pero, ¿existe ese alto éxito? No, lo vamos matando con cada uno de nuestros deseos no satisfechos.
En una sociedad orientada de forma muy excesiva hacia el resultado, el proceso es un mero medio para conseguir ese fin preciado que nos dará la felicidad. Si no conseguimos ese gran éxito, no nos sentiremos plenamente felices. Estaremos alegres un momento, justo cuando obtengamos el fin deseado, pero no felices. Podremos disfrutar de ese pequeño éxito, pero nos seguirá faltando algo. En consecuencia, aparecerá la insatisfacción.
Es decir, nunca estaremos satisfechos. Seremos unos insatisfechos patológicos. Sí, patológicos, porque estaremos enfermos, nos volveremos obsesivos e impacientes, exigiremos el resultado ya. Sufriremos y sufriremos hasta volvernos unos degenerados de nosotros mismos. ¿O acaso las enfermedades del alma no pululan a su antojo en la gran mayoría de personas? ¿O acaso la insatisfacción no ha aparecido alguna vez en nuestras vidas?
Es más, en una época en la que lo que predomina son las paradas y no las estancias, nos es muy complejo sentirnos satisfechos. ¿Por qué? Pues porque nos detenemos un momento ante algo, sentimos, si nos gusta y tenemos buenas vibraciones nos quedamos más tiempo y, si no nos gusta lo que sentimos, pues emprendemos el movimiento en la búsqueda de otra parada. Y así vamos viviendo, de parada en parada, de insatisfacción en insatisfacción.
Imaginemos una primera cita con alguien. Es una parada. Quedamos, pasamos un rato y vamos sintiendo. Quizá pensemos algo sobre lo que sentimos o quizá lo dejemos para cuando ya no estemos con esa persona. A partir de ahí, extraemos unas consecuencias: nos hemos sentido bien y volvemos a quedar, no nos hemos sentido bien, pues nos ponemos en movimiento hacia otra cita, hacia otra parada.
¿Se pueden sacar conclusiones efectivas para nuestra felicidad de una sola cita, entendiendo, claro está, que no haya sido una cita claramente nociva?
Además, si lo comentamos con alguien de confianza es muy probable que nos diga que mejor no pensar. Que si no fluye, lo mejor es dar carpetazo al tema y abrir una nueva oportunidad. Y así, una detrás de otra hasta que encontremos esa oportunidad perfecta, ideal e imaginaria que, por supuesto, no existe. Quizá, solo quizá, cuando aceptemos que el pensamiento es inherente al ser humano y que no podemos vivir sin pensar, sin analizar, entonces podremos comprendernos mejor a nosotros mismos y comprender por qué tenemos esos sentimientos, sean los que sean.
No estoy defendiendo que haya que generar estancias y no paradas, pero si solo vivimos de parada en parada es muy difícil, por no decir imposible, que nos sintamos satisfechos.