La autoestima no es crearse una imagen válida de sí mismo. No es verse bien y gustarse. Esto es superficial y tiene más que ver con el ego que con otra cosa. Si nos centramos en vernos bien, en crearnos una imagen válida de nosotros mismos y en aparentar que estamos felices y contentos, nos mantendremos en la superficie. Y es que las imágenes vienen de la imaginación, que está muy bien para ser creativos, pero no para fortalecer la autoestima.
Estoy convencido que la verdadera autoestima pasa por la autoaceptación plena, sin concesiones. Es cuando comprendemos sin fisuras que somos como somos. Nos aceptamos y depositamos el peso de nuestra vida en lo que somos. Nos decimos SÍ a nosotros mismos. Es decir, nos afirmamos, nos amamos y nos valoramos sin exigencias.
Si bien, para llegar hasta ahí, conviene tener presente que cuando éramos niños, y si tenemos hijos pequeños hemos de tener cuidado, dependíamos emocional y afectivamente de nuestros padres. Esta dependencia afectiva hacía que les exigiéramos amor, afectividad y atención. Si no nos lo dieron, se nos generó una herida en nuestro interior, en nuestra identidad, la cuál está formada por tres cualidades esenciales: Amor, Inteligencia y Energía.
De manera que si tuvimos carencia afectiva, también en la cualidad de la inteligencia a través de una desvalorización hacia lo que éramos, decíamos o hacíamos, tendremos una herida que sanar en nuestra autoestima. ¿Y cómo sabemos que tenemos esa herida? Pues porque seguimos demandando ese amor, o esa valoración, a nuestras parejas o a nuestros amigos o a nuestros padres o a quien sea.
Ahora bien, ¿tenemos derecho, ya de adultos, a exigir amor y valoración a los demás? ¿Es esto ético? ¿Hemos de generarles esta obligación? ¿Con qué derecho los hacemos responsables de que nos llenen nuestro vacío afectivo y de valía?
Por eso, en la consulta filosófica sabemos que sanear la autoestima es algo más profundo que cambiar nuestra imagen sobre nosotros mismos, pues atañe a nuestra esencia como seres humanos que somos. Es algo filosófico porque afecta a nuestro ser. O lo que es lo mismo, afecta a nuestra esencia y se muestra en nuestra existencia, en nuestra forma de ser, de estar y de relacionarnos en el mundo.
Por tanto, si tienes ese vacío interior afectivo y de valoración, y si me permites una sugerencia, no intentes llenarlo exigiendo amor y valoración a los demás, fingiendo amor o que vales mucho, amando en exceso hasta llegar a los celos, amando con ansiedad y desesperación, infravalorándote o siendo prepotente, por ejemplo. Cualquiera de estas formas de amar y de valorarse es abusar del otro y, por supuesto, no es un amor sano ni una valoración justa, sino que es una deteriorada autoestima y una clara insuficiencia filosófica para responsabilizarte de tu vida.
Excelente artículo…
Muchas gracias, Paula.
Saludos.
Maravillosa reflexión! Cuánta ansiedad y angustia nos ahorraríamos (yo la primera) si realmente interiorizáramos este concepto! Reconocernos, aceptarnos y admirarnos per se, sin más condiciones! Siempre habrá la posibilidad de mejorar aspectos de nuestra personalidad, pero desde nuestra convicción, porque así lo decidimos y no para agradar a otros, o para encajar en el molde de lo que dicte la sociedad…
Muchas gracias, Priscila. ¡Cuánto nos ahorraríamos, sí…!
Saludos.