Resulta evidente que los valores familiares están en crisis. Cada día hay más divorcios, más padres y madres viviendo solos y solas con sus hijos. Solo hace falta que eches un vistazo a tus vecinos y verás que esto que te estoy diciendo es cierto. Y no solo eso, sino que va en aumento y nuestros hijos e hijas se están educando así.
Las parejas con dos hijos, perro y casa con jardín serán la excepción. De hecho, ya lo son. Este modelo es un artículo de lujo que nos quieren vender y que nos está creando una serie de conflictos en nuestro interior que hemos de saber gestionar. Nos dicen que ha de ser así y, sin embargo, tan pronto como nos separamos ya estamos pensando en encontrar a alguien nuevo para volver a ese estado ideal. Es decir, que no sabemos permanecer solos.
Es más, no deja de ser curioso que los que nos quieren seguir vendiendo que los buenos valores familiares son los tradicionales y que sin estos la familia se desestructura, son precisamente los que o no han creado nunca una familia o los que sus padres delegaron su educación en internados religiosos.
¿Por qué escucharlos si su conocimiento al respecto no es tácito?
Lo cierto es que la realidad está muy alejada de este modelo. Ahora, y en el futuro mucho más, los niños se educan con padres separados, con las nuevas parejas de estos y con sus nuevos hermanos y hermanas. Y, además, sabiendo que esa situación es perecedera, que más pronto o más tarde se acabará. Otra cosa es que nos autoengañemos con que eso es posible. Que no digo que no pueda serlo, pero para eso se deben de dar varios factores a la vez, tales como que los dos miembros de la pareja compartan los mismos valores, que vivan en la misma ciudad, que sus respectivos hijos se lleven bien entre sí y con la pareja de su padre y su madre o que todos los miembros de la nueva familia tengan una sana autoestima, por ejemplo.
Ya no sabemos vivir en pareja de forma tradicional, no sabemos convivir. Y si preguntáramos a los que lo hacen y fueran sinceros con sus respuestas, nos contestarían que están cansados, que se mantienen en pareja por inercia, que lo que le transmiten a sus hijos sobre el amor es algo muy diferente de lo que debería ser. Quizá si tomáramos conciencia de que las parejas tienen fecha de caducidad, quizá entonces aprendiéramos a vivir en el presente y nos dejáramos de crear expectativas y especulaciones mentales de cómo estaremos en el futuro. Quizá así sepamos apreciar que el momento que estamos viviendo es el que es importante. Y quizá así permanezcamos en pareja mucho más tiempo del que podamos llegar a pensar.
Ahora bien, como en esta sociedad del exceso de lo positivo, en la que hay «más» de todo, en la que la velocidad y el cambio son constantes, en la que la insatisfacción es crónica, en la que queremos las cosas ya, en la que la angustia y la depresión pululan a su antojo, etcétera; tendremos que arreglarnos a nosotros mismos en primer lugar antes de pretender crear una nueva familia. De lo contrario, ya sabes el resultado, y no porque te lo diga yo, sino por tu propia experiencia y porque si miras a tu alrededor verás que esto que te estoy diciendo va en aumento: separados y separadas con hijos e hijas que no saben dónde permanecer y con quién quedarse.
De lo que se deduce, que la única forma de mantenernos centrados y sólidos es cuidarnos a nosotros mismos, de cuidar nuestra propia autoestima y nuestra identidad. Y, por supuesto, también hemos de hacer lo propio con las de nuestros hijos y no engañarlos con mitos familiares y amores de conveniencia. Han de saber y poder disfrutar del amor auténtico y nosotros, como padres, tenemos mucho que decir en esto.
No podria estar mas de acuerdo. La familia llamada tradicional ha dejado paso a otros muchos modelos y es que la vida cambia en todos los aspectos.
El amor para toda la vida no existe.
Estoy cansada de ver familias «modelo» que luego vistas mas a fondo ni son familias ni son modelos de nada.
Muy acertado el post.
Muchas gracias, Ana. Si esas parejas formales y tradicionales se sinceraran, las estadísticas serían tremendas.
Saludos.
No estoy de acuerdo con el artículo. Creo que las premisas son erróneas, pero no voy a entrar en detalles. Pero creo que negativizas los valores tradicionales y presupones o más bien das por sentado el final de la familia tradicional tal como se ha concebido hasta ahora con ciertos prejuicios hacia ciertos sectores ideológico, religiosos etc… Das por sentado un hecho y no tienes en cuenta que hay millones de personas que viven conforme a esos valores a los que llamas decadentes y obsoletos y los tildas de hipócritas. El divorcio es un daño a la propia persona desde su base, promovido desde el principio por un egoísmo personal, al que se ven avocados muchas personas por una falta de conocimiento de si mismos. Queremos ver como positivo una negligencia que causa dolor y sufrimiento que es por cierto evitable. Pero estamos mas preocupados en aceptar el fin de algo que ceder a nuestro egoísmo personal. Por cierto, llevo 25 años casado y a pesar de los diversos problemas circunstanciales de la vida amo a mi esposa como el primer día. Y conozco a muchísimo matrimonios como yo, y no por eso somos personas que seguimos juntos por inercia. Decir que la pareja tradicional esta en desaparición es desconocer la otra realidad que expones. Un abrazo Carlos.
Hola, Arthur. Gracias por tu comentario, jejejeje. Siempre chocamos, cosa que me encanta, pues me gusta la diversidad y no el pensamiento único, ese que defienden precisamente los que abogan por los valores tradicionales. En todo caso, mis premisas están basadas en una descripción de la realidad. Cada día hay más separados y más familias diferentes de la tradicional. Tipos de familia hay muchos, entre ellos la tradicional, por supuesto. No era mi intención criticar a las familias tradicionales, sino provocar a los y las que estando separados tienden a idealizar la vida en pareja, que aunque pueda ser muy correcta, deja muchas cosas que desear si se pretende vilver a lo «normal». No es mi intención, tampoco, degradar los valores tradicionales. Eso sí, siempre y cuando estos no ataquen la identidad personal, como por ejemplo, valores como la libertad o la igualdad, muy discutibles en los valores tradicionales. Claro que hay muchas familias así, seguramente sean de las que más hay, pero cada día aumentan las otras, te guste o no. La familia tradicional va perdiendo fuerza, cada día hay más separados y desde Heráclito, como bien sabrás, nada es permanente, excepto el cambio. Por tanto, fomentar valores de permanencia sí o sí es muy nocivo para los jóvenes. Ya sin hablar del papel de la mujer en los valores tradicionales, que aquí habría para mucho. Respecto al autoconocimiento, precisamente los valores tradicionales no es que lo promuevan mucho, ya que defienden un modelo estándar. En fin, me encanta debatir contigo, ya lo sabes. Un fuerte abrazo y pronto nos vemos debatiendo sobre el deseo.