Quiero hijos míos que sintáis admiración por ser como sois, por vuestras cualidades, por lo que os rodea. Que tengáis entusiasmo por vivir y por disfrutar. Que sintáis placer e interés por desarrollaros como personas. Quiero, en definitiva, que os sintáis felices y plenos.
Pues bien, esto es lo que tendréis que sentir para saber que teneís una buena autoestima. Que sea sana y adecuada es el gran reto que tenéis por delante. Yo, como padre, os escribo estas líneas para que os pueda facilitaros tal propósito. Por supuesto, lo llevo y lo llevaré a la práctica cada día con vosotros y también conmigo mismo. No tendría ningún sentido que os facilitara desarrollar esa autoestima si antes no lo consigo yo en mi propio interior.
Filosóficamente, esta autoestima está directamente relacionada con la autorrealización y la felicidad personal. No es un egocentrismo ni un individualismo patológico, sino un amor hacia vosotros mismos como condición necesaria para conseguir que seáis felices. Vosotros sois fines en sí mismos, nunca medios para nada ni para nadie. Esto me gustaría que lo tuviérais muy claro. Es una máxima filosófica y, por tanto, me gustaría que siempre lo sintáis así, porque cuando comprendáis sentimentalmente que no sois medios para nada ni nadie, entonces seréis capaces de tratar a los demás de la misma forma.
Por tanto, deberíais tratarlos como fines en sí mismos y nunca como medios.
Por otra parte, si sois capaces de tener esta autoestima que os propongo, nunca dependeréis de nadie, ni nadie os tratará como medios. Más bien al contrario, los necesitaréis porque los amáis, no los amaréis porque los necesitéis. Seréis interdependientes con ellos.
No obstante, sería ingenuo por mi parte deciros que no habrá momentos en vuestras vidas que quizá os sintáis utilizados o que no tengáis una buena autoestima, pero creedme que cuanto más la trabajéis y entrenéis cada día, mejor sabréis afrontar esos momentos no buenos. Os lo digo por propia experiencia. Ahí os sentiréis solos y tendréis que saber vivir con vuestra soledad. Por eso, me atrevo a deciros que la autoestima y la autonomía son inseparables. Lo que quiere decir que si sois autónomos, y por tanto responsables de vuestros actos y pensamientos, entenderéis que nadie está para satisfacer vuestras propias necesidades.
¡Nunca seáis dependientes, por favor, pues eso minaría vuestra autoestima! Tampoco hagáis que nadie dependa sentimentalmente de vosotros, ya que también destruiríais la suya.
Es fundamental, pues que siempre sintáis que vuestra valía depende única y exclusivamente de vosotros mismos y no de los demás.
J. Carlos Arroyo