<<Vendrán días en que el peso que hoy te abruma se hará liviano.
Vendrán días en que ese peso ya no será carga sino bagaje.
Vendrán días, han de venir.
Porque un alma que alberga sentimientos viles no brilla
y un alma sin brillo es un tiempo marchito para quien lo soporta>>.
“Vendrán días”, Manolo García
Todos hemos experimentado días duros en algún momento de nuestras vidas, en los que nuestro ser nos pesa más de lo que quisiéramos. Días en los que desearías no haberte despertado. Días interminables en los que nuestra mente y nuestro corazón se han alineado alrededor de la tristeza. Todos hemos pasado por ahí, y si alguien no lo ha hecho aún, más pronto o más tarde lo hará.
Muchos de esos días nos los hemos encontrado y otros los hemos provocado nosotros mismos con nuestras decisiones y acciones. Unas veces sin pretenderlo y otras sabiendo que ese peso del ser caerá como una losa sobre nosotros y tendremos que soportarlo. Estas decisiones son muy difíciles porque, aunque sepamos las consecuencias que acarrearán, pues las habremos sopesado en nuestra mente, luego se instalarán en nuestro corazón en forma de sentimiento y harán de esos días algo pesado, muy pesado. Es entonces cuando tomamos conciencia real de la insoportable levedad del ser, que diría Kundera. Conciencia real, porque es conciencia sentida y no solo pensada.
Sin embargo, esos días pasarán. Sabemos que pasarán. Y sabemos que ese peso se hará liviano, como dice Manolo García. Y cuando se haga leve, liviano, entonces ya no será carga, sino aprendizaje, conocimiento y experiencia. Formará parte de nuestra existencia porque se habrá instalado en nuestra esencia. Formará parte de nuestra vida de tal forma que nos habrá hecho mucho más fuertes.
Ese peso, que ya no será carga sino bagaje, nos hará ver la vida de otra forma. Habremos eliminado aquella carga mental y sentimental con el mismo lenguaje de palabras mudas y sentimientos auténticos con el que se había instalado en nuestra vida.
Sabemos que esos días han de venir y, mientras llegan, lo mejor para nuestro rico mundo interior es no huir de esa carga. No luchar contra ella, sino aceptarla como parte de nuestros días duros. Solo así, ese tiempo de espera hasta que lleguen esos días que convertirán esa carga en difuso recuerdo, será más corto. Mucho más corto que si lucháramos contra esos pensamientos y sentimientos. Es mejor que fluyan por nuestro interior porque forman parte de nosotros. Nos están haciendo crecer y por eso duele, y en ciertos momentos duele mucho.
Cuando esos días ya hayan llegado, entonces, y solo entonces, nuestras almas ya albergarán sentimientos no viles, sentimientos altos, de calidad. Es entonces cuando nuestra alma brillará en toda su esencia.
Esos días traerán felicidad a nuestra vida, traerán dicha, traerán empatía cuando nuestros seres queridos necesiten nuestra comprensión. Traerán vida a nuestra vida.
Entonces ya no será insoportable la levedad de nuestro ser. Entonces sabremos afrontar la vida con mucha más solidez. Y si vuelven días donde aparezca de nuevo esa carga asociada a otras circunstancias, entonces sabremos mirarla a la cara sin apartar la vista. La invitaremos a pasar, pero no a que se quede. La aceptaremos porque es nuestra y no nos resistiremos a que entre y se instale de forma eventual.
Lo haremos así porque sabemos que vendrán días en los que esa carga ya no será carga, sino bagaje. Porque sabremos que nuestra alma volverá a brillar ya que albergará sentimientos de alta calidad humana.