Una tarde de la semana pasada me aburría y decidí pensar sobre qué tema podría escribir este artículo. Elegí hacerlo sobre el aburrimiento. Me interesé un poco en el tema y resulta que hay bastante literatura al respecto. De hecho, me aburrí leyendo artículos sobre ello. Leí uno y medio. No podía más.
Al parecer, el aburrimiento es la experiencia desagradable de querer involucrarse, sin conseguirlo, en una actividad que resulta satisfactoria a simple vista. Y ahí apareció mi cansino diálogo interno, que no me deja en paz. No hablo mucho con los demás, pero conmigo mismo no callo. Es más, me aburro escuchándome.
El caso es que ese diálogo interno no cesaba. Mi subconsciente, o mi consciente, ya ni sé, me dijo que en la actual época no parece que aburrirme sea insensato, aunque para mi ego, esa voz diabólica que se ceba luchando contra mi esencia, socialmente sí lo sea. Me dice que no me haga soso y que ni se me ocurra relacionarme con un soso. Que este no es saludable. El soso te desesperará, me dice. Pero luego, aparece una voz angélica que me explica que el aburrimiento es la antesala de la creatividad o del aprendizaje, por ejemplo.
No parece insensato, digo, porque necesito parar de vez en cuando. Vivo en la ciudad y en continúo contacto con la tecnología. Me paso gran parte de mi vida alejado de la naturaleza. Ya no sé cómo suena el río, ni cómo huele el bosque o ni me fijo en la belleza de las mariposas, por ejemplo. Por eso, quizá aburrirme no sea una mala idea, sino todo lo contrario.
¡A qué me hago soso…!
Estoy por idear una aplicación tecnológica para aburrirme. Si esto lo lee algún informático que me llame, por favor. Vamos a medias. Necesito aburrirme ya y necesito saber hacerlo. Le voy a demostrar a mi ego que soy capaz de sentir placer aburriéndome.
Eso sí, sin caer en un aburrimiento existencial, que para eso soy asesor filosófico y coach. ¡Qué van a decir de mí! El aburrimiento existencial es la depresión. Por eso he de aprender a aburrirme sin autoflagelarme con juicios despectivos hacia mí mismo o con vicios para eliminar ese aburrimiento. ¡Ya veo a mi ego incitándome a suplir ese posible aburrimiento con porno virtual!
Pero como ser soso se convertirá en una moda, aparte de la aplicación para el móvil y la tablet, estoy pensando en idear unos talleres para aburrirnos todos a la vez. Estoy seguro que lleno la sala. ¡Ya está aquí otra vez mi ego: si impartes un taller y los asistentes se aburren, entonces ya te puedes retirar! No volverá ninguno ni nadie más se interesará.
¡Ni caso! ¡Mira los ingleses! Son los que más se aburren. Una media de seis horas a la semana. ¡Me apunto a inglés ahora mismo, que además me aburre estudiarlo! Y es que se ve que hace unos años que en Londres se celebra por error una jornada: la “Boring Conference”. Se cancelaron unas conferencias sobre algo que pretendía ser muy interesante y, en broma, alguien tuiteó ese nombre. Se expandió rápidamente por la red y a partir de entonces se celebra este evento cada año.
¿Te vienes a Londres a ser soso?
J. Carlos Arroyo