Sin duda, uno de los temas más actuales, el de la desigualdad de género. Comenzamos hablando de la importancia de aceptar las nuevas familias para que los valores tradicionales herederos, en gran medida, del cristianismo cedan su privilegiada posición a nuevas estructuras sociales, donde consideremos a la mujer en plena igualdad, no solo de derecho que ya está conseguido, sino de hecho.
Para ello, hay que destronar la desigualdad cuestionando ciertos tipos de comportamientos en torno al patriarcado, donde diferentes tipos de masculinidades aparecen. Hombres que utilizan la violencia de género física para marcar la diferencia. En esta línea se apuntó que si las mujeres tuvieran la misma fuerza física que los hombres, también ellas la utilizarían. Algo muy interesante para reflexionar y profundizar.
Que es lo que ocurre con el segundo tipo de masculinidad. Aquellos hombres que utilizan el maltrato psicológico para marcar la diferencia. Aquí también las mujeres lo utilizan. Cosa que hace pensar que si tuvieran esa fuerza física es muy probable que la utilizaran. ¿Estáis de acuerdo?
El tercer tipo de hombres, sería aquel que acoge a los hombres que defienden y practican la igualdad. Viven así, sin marcar diferencias de género en aspectos que no sean fisiológicos, evidentemente. Consideran la desigualdad como algo a erradicar ya.
El cuarto tipo, ya serían los hombres que son activistas sociales y culturales para defender dicha igualdad luchando contra la desigualdad de género a través de asociaciones u organizaciones, y que son una minoría.
Si algo quedó claro del interesante diálogo que mantuvimos en torno a la desigualdad es que solo las mujeres no podrán conseguirlo, sino que es necesario que los hombres y, especialmente, el poder político y económico se involucren de verdad en la práctica para conseguirlo.
Respecto a las mujeres, la clave pasa por su empoderamiento, por no permitir que se las cosifique, que se las convierta en cosas, en objetos. Ellas son tan sujetos como los hombres. Y lo son porque sienten, piensan y actúan. Sentir, pensar y actuar son las tres cualidades que caracterizan al ser humano. No somos más que eso. Por tanto, todos somos iguales en cuanto sentimos, pensamos y actuamos. Y diferentes en cuanto lo hacemos de forma peculiar cada uno de nosotros.
desigualdad que sin duda pasa por una mejor educación, por una co-educación, por una educación igual a ambos géneros, desde la familia, hasta la escuela. Educación necesaria desde el minuto cero de la vida de cualquier persona, incluso en el vientre materno.
Hablamos mucho de las limitaciones profesionales de la mujer precisamente por convertirse en madres. Algo con lo que los hombres hemos de ser muy sensibles para facilitarles al máximo esta gran labor no reconocida profesionalmente. No se llega a entender las diferencias de sueldo o de oportunidades por el hecho de ser mujer. Esta carencia social y cultural no está trayendo más que problemas a todos.
Se dijo también que a lo masculino se le ha otorgado lo natural, mientras que a lo femenino lo cultural. Es decir, que la igualdad no puede ser biológica (natural), sino cultural. No se trata, pues, de ser iguales biológicamente, es sencillamente imposible, sino iguales social y culturalmente.
En definitiva, todos coincidimos en el tema de la educación como la pieza clave para educar a las personas en la igualdad y así erradicar la desigualdad. Por tanto, y a pesar de ya haber tratado este tema en otro café filosófico, elegimos la EDUACIÓN como el tema sobre el que dialogaremos en el mes de febrero.