Lo primero que puede venir a la mente al hablar de imitación es algo negativo. Es así si lo relacionamos con copiar, con la copia pura y dura de algo o alguien que nos gusta. Normalmente, lo que imitamos es algo positivo para nosotros, algo que nos gusta y que nos iría bien.
Ahora bien, no tiene por qué ser algo negativo el hecho de que imitemos. Veámoslo.
Estuvimos hablando sobre la imitación para aprender. Los propios niños es lo que hacen para hablar. Y en los centros educativos prima la imitación repetitiva de lo que se enseña. Por tanto, si aprendemos por imitación y lo hacemos desde que somos niños, esto quiere decir que es muy probable que imitar sea algo innato. Además, lo hacemos durante toda la vida.
Aún así, la cultura también tiene mucho que decir sobre el concepto de imitación. El propio término “imitación” viene del latín “mimesis”. En esta época se dice que las personas inteligentes son aquellas que tienen mayor capacidad de adaptación a la realidad, al cambio. Y a pesar de hablar de cambio, es preciso hablar de mimetizarnos con esos cambios de la forma más rápida posible para así aprender, sobrevivir y evolucionar. Incluso la palabra “meme” significa unidad cultural de copia.
Para Platón, todo lo que hacemos en la vida es imitar ideales. Cualquier cosa que produzcamos o cualquiera de nosotros somos imitaciones reales de ideas mentales. ¿Estamos de acuerdo?
¿Copiamos a la perfección? ¿Cuando copiamos, modificamos el original en sentido positivo o negativo? ¿El original es una copia modificada de algo? Estas preguntas llevaron a decir que el único original y auténtico creador es Dios, entendido por este no el Dios religioso, sino el creador de originales. Es decir, volvimos a Platón.
¿Es posible vivir sin copiar, sin imitar? ¿Es necesario imitar para poder vivir? ¿Copiar es creativo? ¿Se necesitan capacidades cerebrales para copiar? ¿Podemos copiar todos y lo hacemos todos igual o se necesita algo más?
Se dijo que la tecnología nos incita a copiar y que esto nos limita disfrutar de la realidad. Por ejemplo, hay una puesta de sol y en lugar de disfrutar de ella, tomamos fotografías con nuestros móviles, que acto seguido subimos a Facebook para demostrar que dicha puesta de sol existía y que nosotros estábamos allí para demostrarlo. ¿Quiere esto decir que la copia (la foto) anula lo real, o lo ensalza porque lo muestra a un público más amplio? ¿La copia nos limita, pues, disfrutar de la realidad? ¿La copia modifica la realidad o la interpretación de la realidad? ¿La copia limita nuestro crecimiento personal? ¿Las fotos de este café filosófico explican el diálogo que allí tuvimos o nos muestra que allí hubo un diálogo?
Todas estas preguntas nos hicieron dialogar durante más de una hora y media. Diálogo que nos llevó a hablar de evolución, de progreso, de técnica, de tecnología o de ciencia, por ejemplo. La ciencia imita, para muestra Dolly, la oveja.
Algo en lo que sí estuvimos bastante de acuerdo es que antes de imitar hay que observar. La observación es la teoría y la imitación la práctica. Esta observación está motivada por la necesidad de evolucionar. Por eso no hay aprendizaje sin imitación.
Es decir, para evolucionar como personas, necesitamos aprender. Para aprender necesitamos imitar. Y para imitar necesitamos observar. Entonces observamos, imitamos, aprendemos y evolucionamos. Cuatro conceptos lógicos que necesitamos para vivir.
Así, pues, esta secuencia lógica es un proceso vital que se da constantemente, en el que hay que tener paciencia. Eh ahí a la PACIENCIA como tema para el próximo café filosófico.