Cafés filosóficos

XXIX Café Filosófico – el Ego

Curioso tema este del ego, que todos sabemos lo que es y aún así nos cuesta definirlo de forma concreta al ser algo que habita en nuestra mente. Ego, que significa “yo” es un concepto que viene siendo indagado desde hace muchísimos años. Sobre el «yo» se viene reflexionando desde que apareció la filosofía como tal, pero estoy seguro que incluso muchísimo antes ya se pensaba sobre el “yo”. En todo caso, una treintena de almas aportamos nuestro granito de arena al respecto.

Por una parte, existe un ego psicológico que entiende el yo como una substancia, como sujeto, como una instancia psíquica que habita en el cerebro, en el cuerpo. Es un yo que siente, un yo empírico.

Y, por otra, que es la que más nos interesaba, existe un yo filosófico, que trasciende el psicológico llegando hasta el alma. Y en este sentido, fue como comenzamos el café filosófico. Uno de los asistentes nos explicó muy bien como su alma le había dicho por la mañana que asistiera al café y que su ego le decía que no, que no tenía mucho que aportar. Así, podríamos decir que el ego filosófico  es el alma, la conciencia.

También podría ser en apariencia el yo que piensa, pero al pensar ya nos estamos dejando influenciar por el ego, pues este se introduce en el pensamiento. Y ahí aparece el ego de la filosofía oriental, que es muy afín al ego con el que trabajamos desde la filosofía práctica. En este sentido, el ego es el yo aparente, no el auténtico, y es el que nos engaña, pues nos genera una idea de nosotros mismos. Nos identificamos con esta idea y creemos que somos de una determinada manera.

Por tanto, este ego o yo aparente y superficial, contamina nuestra percepción de la realidad. Por eso, hay personas con egos muy elevados, que todos conocemos, y personas con egos muy bajos, que también todos conocemos. Personas prepotentes y narcisistas, y personas con baja autoestima. Ambas reclaman la atención constantemente. Unas con exaltación de su persona, otras con victimismo.

Además, se dijo que el ego es soberbia, arrogancia, que menosprecia a los demás, que nos hace sentirnos vacíos, que nos juzga, que juzga a los demás, que nos machaca, nos autodestruye, es inconformista, siempre quiere más, es impulsivo, alimenta los miedos, la apariencia o hace que nos mostremos de diferentes formas representando diferentes papeles, por ejemplo.

También se dijo, muy acertadamente en mi opinión, que el ego cree que sabe y, por tanto, pensamos que sabemos más que los demás. Se aludió al “solo sé que no sé nada” de Sócrates para ver qué era lo contrario del ego o yo superficial.

El ego, pues, no puede definirnos por lo que hacemos, tenemos, mostramos, decimos, damos, etcétera, sino que solo nos puede definir nuestro yo auténtico. ¿Y cómo llegar hasta él trascendiendo el ego, que no eliminándolo? Pues también partiendo de Sócrates y su gnothi seauton o conócete a ti mismo.

A partir de aquí, el yo auténtico lo des-cubriremos, porque está cubierto por el yo superficial o ego, cuando profundicemos en nosotros mismos, cuando atravesemos la apariencia. Siempre que la APARIENCIA o el TENER aparezcan, entonces hemos de ser conscientes que estamos permitiendo que nuestro ego tenga protagonismo.

El yo auténtico tiene que ver con nuestro SER. No juzga ni a uno mismo, ni a los demás. El yo auténtico tranquiliza nuestra vida, la da solidez, nos muestra nuestra esencia. El yo auténtico es nuestro ser, que es, pues, previo a lo que tenemos, hacemos o decimos, por ejemplo. Es el que nos hace disfrutar de sentimientos puros, sin valoraciones. Un sentimiento puro no nos engaña, por tanto, cuando aparece, se muestra nuestro yo auténtico.

Mientras que el ego nos incita a autoengañarnos, el yo auténtico nos provoca tener conciencia de uno mismo. Mientras que el ego hace que nos comparemos con los demás, el yo auténtico nos hace peculiares. Mientras que el ego o yo superficial nos dice que seamos coherentes con la idea que tenemos de nosotros mismos, el yo auténtico nos dice que seamos coherentes con lo que sentimos.

También se dijo que el ego hace que nos comparemos con otros. Esto puede provocar que si tengo un ego elevado imite a otros porque no me acepto a mí mismo tal y como soy, algo que con una vida basada en mi yo auténtico no ocurriría.

¿Y qué eso de la imitación? He ahí el tema del próximo café filosófico de enero, el primero del 2016, la IMITACIÓN.

 

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