El coaching es un servicio que solicitamos para que nos sea más fácil y placentero conseguir algo que se nos resiste, para afrontar un cambio de vida o para tomar decisiones importantes, por ejemplo. Su gran potencial es la motivación, la orientación hacia el resultado y que el coach nunca le diga lo que ha de hacer a quien lo solicita.
Si volvemos a leer la frase importante con la que comienzo este escrito, nos daremos cuenta, sobre todo, que esa motivación y esa orientación hacia el resultado pueden ser muy nocivas si no las entendemos bien. Es decir, el coaching puede ser algo muy efectivo si estas dos cualidades no son llevadas hasta el extremo, pues la motivación que ofrece el coach puede ser “puro humo” y porque el querer obtener resultados rápidos suele ser muy frustrante.
Todos los que han solicitado mi apoyo como coach, enseguida han tomado conciencia de que tienen algo en su interior que les impide conseguir eso que desean. Por tanto, hay que trabajar su interior. Hacerlo de forma superficial es “abusar” de esa persona.
No podemos pretender conseguir cosas (tener) a costa de nuestro interior (ser). De lo contrario, nos estaríamos autoengañando y haciéndonos daño. En muchos casos, un daño muy serio que nos traerá consecuencias nocivas e infelicidad a posteriori. ¡Ojo con este tipo de coaching y con el coach que lo ofrece!
Por otra parte, si un coach nos dice en algún momento lo que hemos de hacer, entonces ya no es coaching. Y es que los consejos son absurdos por dos razones: porque cuando nos los dan y no nos los creemos de poco sirven, y porque cuando ya sabemos lo que hemos de hacer de poco sirve que nos lo digan.
Por tanto, el coaching puede ser muy beneficioso si es para fortalecer el interior, para eliminar los miedos y las creencias que nos limitan, para potenciar nuestra autenticidad y autoestima, para vivir de acuerdo a nuestros valores y, sobre todo, para darle sentido a nuestra vida.
Para ello es fundamental que la ilusión del resultado no eclipe el proceso.