Desarrollo personal y profesional

La sociedad del detalle

Alberto me decía ayer:

<<He conocido a una chica. Me encantaría poder crear una relación con ella. Me gusta mucho. Me parece perfecta. Es preciosa, divertida, alegre, inteligente, parece cariñosa… Hace tiempo que no veo a nadie así. Creo que me he vuelto muy exigente y por eso no conozco a nadie que me convenza. Y ahora me encuentro que no sé si decírselo o no, que no sé si escribirla o no. ¡Y si la saturo…! ¡Cómo se va a fijar en mí…!

Y si me atrevo, no sé cómo hacerlo. No debería de insistir, pensará que soy un pesado, pero si no se lo digo no sabrá que me gusta… Ella tendrá muchos más chicos exigiéndose lo mismo que yo y diciéndoselo.

¡Tengo mucho miedo de no estar a la altura, sentiría que he perdido mi mejor oportunidad! Lo hice con otra chica hace unos meses y me salió mal por un simple detalle sin importancia para mí. ¿Y si pierdo la oportunidad, Carlos?>>

 

¿Vivimos en una época excesivamente exigente o es una impresión mía? Exigimos y nos exigen a cada momento y en todos los ámbitos. Los jefes exigen perfección a sus colaboradores, a los cuáles aún no consideran aliados profesionales. Los padres exigen a sus hijos mejores notas, mejor comportamiento, mejores amigos, etc. Exigimos a nuestras parejas que sean perfectas, a nuestros amigos que estén ahí, a nuestra familia que nos ayude, o a nuestros grupos de música que nos sorprendan en calidad con sus nuevos temas, por ejemplo.

No paramos de exigir. Nos hemos vuelto unos insatisfechos patológicos, queremos más y mejor, y eso es lo que transmitimos a nuestros hijos, los cuáles, por supuesto, son cada día más exigentes.

Tanta exigencia nos ha llevado a vivir en una época del detalle. Todo se mira con lupa. Al mínimo descuido, pierdes la oportunidad. Oportunidades que, por cierto, escasean.

Si estás soltero y pretendiendo encontrar pareja, como el protagonista de esta historia, ya puedes andar con excesivo cuidado. Un simple detalle y perdiste la oportunidad. Si eres freelance prepárate para perder clientes y oportunidades que, repito, escasean. Si alguien te escribe y comete algún error ortográfico, aunque no sea trascendental, esa persona ya no te aporta valor, y así hasta el infinito y más allá, como dice cierto personaje de ficción infantil.

Esta época del detalle está mediada por el low cost, que paradójicamente se convierte, como dice Byung-Chul Han en su “sociedad del cansancio”, en una sociedad del rendimiento, incluso del alto rendimiento. Y es que en esta época tan detallista y exigente existe tal exceso de positividad y de rendimiento, que o te lo tomas en serio o te quedas fuera. O rindes o estás muerto, pero, ¿cómo se puede rendir altamente en una sociedad low cost donde un simple detalle te mata?

Hemos llegado a tal nivel de exigencia que estamos cansados, muy cansados. ¡Qué fino Byung-Chul Han…! Sí, porque no solo exigimos a los otros, sino que nos exigimos a nosotros mismos. La exigencia es máxima, altísima.

El propio Alberto sufrirá agujetas existenciales. De hecho, ya las está sufriendo. Todos las sufrimos. Si Descartes levantara la cabeza, diría: <<sufro agujetas existenciales, luego existo>>.

Alberto está incluso angustiado porque tiene una posibilidad en esa oportunidad que se le ha presentado y porque no solo ha de competir contra los demás, sino contra sí mismo. Para colmo, no para de leer frases positivas en Facebook, tales como: “tú puedes conseguir lo que te propongas”, “nada se te resiste si tienes la actitud adecuada”, etc.

Yo solo pude decirle que fuera coherente con lo que siente. Sus sentimientos no le engañan. ¡Qué se puede decir en estos casos! ¿Le digo que es muy probable que un simple detalle, incluso lingüístico, acabe con su oportunidad? ¿Que no se haga ilusiones con esa bella chica o, por el contrario, que luche con todas sus armas seductoras? Armas que le han fallado en otras ocasiones, tal y como él mismo me dijo. ¿Le motivo para que potencie su exigencia? ¿Le digo lo típico: que se relaje y no piense, que solo sienta?…

¿Cómo podremos ser fieles en una sociedad del detalle donde escasean las estancias y predominan las paradas? ¿Cómo Alberto no sufrirá si es explotado por sí mismo? ¿Cómo no va a padecer agujetas existenciales si deposita su autenticidad en los detalles que otros le evaluarán y valorarán?

Ya termino. No tengo más tiempo. He de ir al gimnasio para estar en forma y poder afrontar tanta exigencia física, emocional, racional, social y hasta espiritual. Eso sí, en el coche haré terapia escuchando las letras de Fito & Fitipaldis.

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