Desarrollo personal y profesional

¿POR QUÉ TENEMOS CAOS MENTAL?

Sencillamente porque las personas somos sistemas. Me explico: un sistema, propiamente dicho, es un conjunto de reglas y procedimientos que regulan el funcionamiento de un grupo. Si substituimos “grupo” por “ser humano”, entonces las personas somos sistemas particulares. De hecho, somos un conjunto de órganos y subsistemas que funcionan para que podamos vivir. Un cambio en una parte de nosotros nos afecta a nivel general.

Si bien, este sistema no está solo formado por la dimensión fisiológica, sino que también hay otras dimensiones, tales como la emocional, la racional, la social y la espiritual. De lo que se puede deducir que todo nuestro sistema, toda nuestra personalidad, está formado por estas cinco dimensiones y que lo más conveniente es que estén en equilibrio.

Ahora bien, desde Heráclito sabemos que lo único que permanece a o largo de la historia es el cambio. Es fácil intuir, pues, que estaremos siempre cambiando, por muy equilibradas que estén las cinco dimensiones que forman nuestro sistema vital. Esto es así porque las personas somos sistemas abiertos, donde entra y sale energía.

Por tanto, todos sabemos que cambiamos y que lo hacemos cada día, pero ¿por qué lo hacemos? Pues porque existe una rama de la física, la termodinámica, que se ha empeñado en que estemos en continuo cambio. Y se ha empeñado de tal forma que sus leyes se han convertido en verdades absolutas de las que no podemos escapar.

También sabemos, desde Aristóteles, que las personas somos seres sociales por naturaleza. Es decir, que para vivir necesitamos relacionarnos con otros.

Pues bien, la ley cero de la termodinámica aplicada al ser humano, dice que si dos personas entran en contacto, durante un tiempo mínimo claro, se intercambian energía entre ellas hasta que se consigue cierto equilibrio. O lo que es lo mismo, si me encuentro por la calle con un amigo y paso un rato con él, este me transmite su energía y yo a él la mía hasta llegar a estados de ánimo similares. De ahí que haya gente que me cargue de energía positiva y también al contrario, los que me intoxican hasta dejarme mal en cualquiera de las cinco dimensiones o en todas ellas a la vez. Por tanto, solo con esta ley, ya cambio de estado de ánimo en un mismo día e, incluso, varias veces.

La siguiente ley dice que si mi energía la enfoco hacia algo, dicha energía produce un trabajo. Es decir, si la enfoco concentrándome en algo que estoy leyendo, escribiendo o escuchando, por ejemplo, esa atención produce un trabajo en mí. Es decir, me saca del estado en el que estaba y me lleva a otro estado. Algo he aprendido, algo ha cambiado en mi interior, algo ha hecho que evolucione. Si, por ejemplo, pongo toda mi energía a realizar mi profesión, entonces esa energía produce un trabajo, da un resultado y yo evoluciono, cambio, mejoro.

La última ley viene a decir que la energía que no enfoco hacia algo, y que produce un trabajo como he dicho, no puede desaparecer, sino que se dispersa. Se sabe que la energía es la que es y que no aumenta ni disminuye, sino que se transforma. No hay, pues, más energía que la que hay. Esa dispersión es la energía que se mueve entre nosotros cuando nos relacionamos, por ejemplo. Si bien, no toda mi energía sale al exterior, sino que también se dispersa por mi interior.

Y aquí viene lo más importante, desde mi punto de vista. La energía que se dispersa genera entropía (caos para que nos entendamos). Cuanta menos energía enfoque, más energía disperso, creando caos en mí mismo y en los que me rodean, en mi interior y en mi exterior. Diría que todos lo hemos experimentado alguna vez cuando nuestras vidas se han vuelto caóticas y no producimos nada, sino todo lo contrario. Si este en nuestro estado actual, entonces somos seres entrópicos.

¿Qué pasa cuando vamos perdiendo energía con el paso del día? Pues que cuando tengamos que enfocar la poca energía positiva que nos quede hacia nuestra pareja, nuestros hijos o hacia las cosas y personas verdaderamente importantes, no podremos hacerlo porque la habremos dispersado. Por eso estamos como estamos…

De lo que se deduce, en mi caso por ejemplo, que he de rodearme de personas que me pasen energía positiva y que no me intoxiquen, que he de tener una profesión que no me genere muchas preocupaciones, pues estas dispersan mi energía y, por supuesto, que he de cuidar al máximo mis cinco dimensiones para que mi energía beneficie a los que me rodean.

En definitiva, la dispersión hace que mi alma enferme, hace que mi ánimo se deteriore y que, por tanto, mi vida en general sea caótica, descentrada, estresante y que todo me salga mal.

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