No sé si fue por el tema, o porque hubo bastante filosofía, o porque era el día mundial de la filosofía, o por los poemas dichos in situ, o por la calidad humana de los que estábamos allí, que éramos, una vez más, unos 30, o… No lo sé.
Lo que sí que sé, es que después de 28 cafés filosóficos, si el de ayer no fue el mejor, muy poco le faltó. Hubo humor, seriedad, respeto, asertividad, atención, poesía, escucha, expresiones sinceras, cambios de opinión (solo por cambiar de opinión ya tienen sentidos nuestros cafés filosóficos).
Fue un café filosófico perfecto. Al menos para mí, pues esa fue la sensación que me quedó y nuestros sentimientos nunca nos engañan. Hubo dos momentos en los que se recitaron poemas: uno, recordado y traducido del alemán al catalán allí mismo, y otro, justo al final, para despedirnos. Momentos sublimes, bellos en sí mismos. Momento de pausa total. ¡Curioso esto de la poesía que cuando se escucha bien, se te introduce en el alma y se te mueven las manos para aplaudir!
Dicho esto, en la introducción, apelé a Aristóteles para explicar lo que él pensaba sobre la perfección: algo es perfecto cuando no le falta ni le sobra nada para SER lo que es. Un cuchillo, por ejemplo, que hace su función bien, es un cuchillo perfecto. Aristóteles ligaba perfección a algo positivo y bueno. La perfección es, pues, un BIEN. Algo malo, por muy perfecto que sea, no se puede considerar perfección, porque esta es algo positivo y nunca negativo.
A partir de aquí, la primera distinción que hicimos es entre perfección y perfeccionismo. La Perfección es positiva, mientras que el perfeccionismo no.
También se dijo que había dos tipos de perfección: la absoluta (Dios y la abstracta) y la relativa (la terrenal y material, entre la que se incluye el ser humano). Unión de Platón y Aristoteles, ahí es nada.
La perfección absoluta, la ideal, es necesaria, se dijo, para el progreso humano, pues nos mantiene la tensión creativa. Nos indica el camino. Es decir, apareció Platón y su mundo ideal.
Si bien, también existe la perfección cuando estamos siendo auténticos, pues eso no se puede mejorar en ese preciso momento, aquí y ahora. (Apareció Aristóteles, entre otros muchos terrenales y materialistas). Esta es la perfección subjetiva, algo en lo que todos estuvimos de acuerdo. Si yo hago algo poniendo en ello toda mi energía, toda mi inteligencia y todo mi amor, lo estaré haciendo de forma perfecta. Como consecuencia de ello, tendré un sentimiento puro. Después, en el futuro, quizá se pueda mejorar, pero en el momento de ser o de hacer, es perfecto.
Hubo quien dijo, con razón, que la perfección es efímera y que, por tanto, no se puede alcanzar o si se alcanza es cuando hay madurez, pues está ligada a la experiencia. También, que los estándares sociales son los culpables de que se pase de perfección a perfeccionismo de forma muy rápida.
En el momento en que hay comparación, la perfección desaparece y aparece el perfeccionismo.
Se llegó incluso a decir que lo natural es perfecto y que si la naturaleza es imperfecta a veces, es porque así es perfecta. Por tanto, y siguiendo el pequeño e intenso poema que aparece en una de las fotos y que se recitó allí, lo imperfecto es, pues, perfecto. ¡Ay, si Hegel levantara la cabeza…! Unión de contrarios. Sublime.
Yo introduje los conceptos de yo auténtico y yo superficial (ego) para defender que cuando vivimos de acuerdo a nuestro yo auténtico estamos siendo perfectos, mientras que el perfeccionismo es una creación mental e imaginaria de nuestro ego. Este nos dice que debemos mejorar, que como hacemos las cosas no está bien, etc. Nos exige más de lo que somos.
Apareció Nietzsche y su súper hombre como perfección humana, alcanzando el diálogo altas dosis de calidad. También su nihilismo. Si la nada está libre de imperfección, que lo está, entonces la nada es perfecta. Estábamos terminando.
Al final, decidimos dialogar y compartir sobre el ego en el próximo café filosófico de diciembre.
