Nuestro XXVII café filosófico estuvo muy bien, como siempre. Unas 25 personas dialogando, reflexionando y compartiendo opiniones y sensaciones entre todos sobre un tema tan importante como es la “envidia”.
Comenzamos leyendo un poema de Joaquim Serrat i Huguet dedicado a la envidia, que me había enviado una de las asistentes.
A partir de aquí, comenzó el diálogo filosófico. Enseguida se relacionó envidia con celos. Para unos, están muy relacionados. Para otros, son cuestiones diferentes. Si la envidia aparece como una emoción que genera el propio cuerpo ante la vida de otra persona, de su forma de ser o de sus posesiones, por ejemplo, puede tener cierta similitud, se dijo. Se sienten celos de las posesiones de los otros. Ambos conceptos también se relacionaron con una clara falta de autoestima.
Ahora bien, si los celos son de pareja, no es lo mismo que la envidia. Los celos son falta de seguridad. Por tanto, no hay confianza. Si no hay confianza, no hay valoración de uno mismo ni del otro. Y, por tanto, hay una falta de autoestima. La envidia es falta de aceptación de lo que se posee o de cómo se es.
También se relacionó la envidia con la ambición. Una cosa es que alguien nos sirva de referente para que nosotros podamos alcanzar los mismos logros que esa persona y, por tanto, despierte en nuestro interior el deseo y la ambición de llegar hasta dónde él o ella ha llegado, y otra cosa es envidiar a esa persona. La diferencia habría que buscarla en esa emoción que nos hace daño y que nos indica claramente que es envidia y no ambición, pues esta tiene más que ver con inquietud.
Así mismo, estuvimos dialogando sobre si la envidia es consustancial al ser humano y, por tanto, es algo primitivo o si, en cambio, es algo que ocurre ahora en esta sociedad actual. En este momento, aporté una frase de Aristóteles, para que al menos viéramos que hacía unos 2400 años que ya se hablaba de ella. Es esta: “La envidia es una emoción característica de personas de alma pequeña, amantes de la fama y de los honores”.
Por supuesto, todos coincidíamos que, aunque la envidia estaba provocada por algo externo a nosotros mismos, siempre es un problema interno que tiene el ser humano. También llegamos a consensuar que cuanto más vacía está una persona más puede aparecer la envidia. O lo que es lo mismo: trabaja tu interior cada día y la envidia se difuminará.
Se dijo algo muy interesante y que da mucho para reflexionar, cosa que por tiempo no pudimos hacer. Se dijo que se envidia lo que no se necesita. Recomendaría aplicarlo a nuestra propia vida, aunque no seamos envidiosos o envidiosas. Simplemente para que reflexionemos.
En una sociedad insatisfecha como patología, es muy normal que abunde la envidia, pues no estamos nunca a gusto con lo que tenemos, con lo que somos, con lo que hacemos y con quién nos relacionamos. Queremos más y mejor. Alguien envidioso está, pues, alejado de la belleza y de la elegancia.
En este punto final, comenté que quizá la envidia también pueda estar relacionada con la “perfección”. Y este será el tema de nuestro próximo café filosófico: LA PERFECCIÓN.